Al llegar la noche,
el rocío silencioso
del follaje y la espuma,
se acuesta sobre la rosa,
como un grito lento.
Separa sus pétalos
con su mano de cinco
espadas
y recorre ávidamente
con su lengua nocturna,
las regiones blandas
del hábito y la humedad.
La rosa se despega
de su tallo,
vuela:
gaviota transparente
de consumida fragancia.
Crecen las tinieblas:
golpes de asombro
en la frente de la noche.
La rosa gime.
El jardín
es su alcoba.
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