Mi existencia es una costumbre
de pasos idos
como lenguas vertiginosas,
que me lleva por poblaciones
de falsas geografías.
Así paso mi vida:
por patios que no conozco,
escuchando frases que no entiendo,
caminando por praderas
de indeciso verdor.
Nada me pertenece.
Apenas pude descubrir
sugerencias encendidas,
entre tambores azules
o vasos de vino ausente.
Cuanta aceite derramada
en la tierra, que duerme
como una niña arrugada.
Y yo, con murmurados pasos
intento alcanzar
regiones iluminadas
y trigales sin límites.
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