Contemplaciones divergentes

Mi mirada no conoce
el dorso de mis manos
ni el pico leve del colibrí.

Pero he visto
el filo oculto del gesto,
aquel que gotea
petróleo amarillo,
y que por las noches
mancha los pizarrones
de ciertos corredores
con muecas terribles,
haciéndome recordar
las trincheras
y los hospitales.

No quiero continuar
con esta mirada
de eslabones oxidados.

Si pudiera,
llenaría mis ojos
con manzanas
y pan caliente.

Y contemplaría el mar
hasta dormirme.

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